sábado, 3 de marzo de 2012

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Lo primero que sintió al recuperar la consciencia, fue el frío suelo contra su cuerpo.


Estaba aturdido, como si acabase de recibir una paliza. La cabeza parecía estar a punto de estallarle.


Consiguió levantarse al cabo de un rato, y comenzó a intentar averiguar donde se encontraba:


Estaba en lo que parecía el interior de una casa, concretamente un pasillo. El suelo era de frío mármol, y de las paredes colgaban siniestros retratos, de esos que parecen seguirte con la mirada. Al final del pasillo, una puerta entrecerrada, dejaba ver una tenue luz parpadeante; posiblemente de una vela.


Sin muchas opciones, decidió avanzar por el pasillo hasta llegar a la puerta, y averiguar que había al otro lado.


Al empujar la puerta, esta chirrió.


Una enorme sala, que solo albergaba, velas encendidas, una mesa y dos sillas…una de ellas ocupada.


La poca iluminación permitía vislumbrar marcas en el polvo del suelo; hacía poco que esa sala estaba así de vacía.


EL muchacho avanzó hasta la mesa, con una sensación familiar recorriéndole el cuerpo.


Conforme avanzaba hacia la mesa, pudo ver que en ella, había algo: un tablero de ajedrez.


De pronto, todo encajó.


-Vaya…ahora lo entiendo… -Dijo casi susurrando.


El caballero encapuchado que estaba sentado en una de las sillas, frente a él, levantó la cabeza, y mirándole con la oscuridad que formaba su rostro dijo:


-…Cuanto tiempo…¿retomamos la partida?